jueves, 14 de enero de 2016

Explorando Lo Incomprensible

Actuar para Revertir


  Donde no llegan las palabras dichas, inaudibles ya de tantas veces como se han repetido, tal vez unas palabras vistas, una imágen que nos hable, sea capaz de llegar más allá de lo meramente informativo, de penetrar más en nuestra retina y perdurar en el subconssciente ilimitadamente. Ahí va un ejemplo de cómo Actuar para Revertir, un decálogo para hacer Comprensible una parcela de Lo Incomprensible.

 

domingo, 10 de enero de 2016

Explorando Lo Incomprensible

Entrada inacabada, fin y principio.
  
Esta entrada la inicié en el mes de noviemrne del finalizado año, 2015. No la terminé; los compromisos de esos días, laborales y personales, me mantuvieron alejado parcialmente de las redes sociales, blog, facebook, twitter. He iniciado el año con nuevos proyectos personales (piano, curso de literatura, ¿inglés y deporte?) y profesionales (llevar la teoría a la práctica),  y la idea de retomar este espacio de comunicación y desarrollo personal vuelve a hacerse patente. No obstante, esta entrada se queda así, inacabada. Sé que incumplo parte de la 6ª propuesta para la futura enfermería, el arte de empezar y el arte de acabar; esto forma parte también de nuestro Incomprensible.
  Es una entrada, por tanto, cuya existencia es final y principio a la vez: final porque acompaña al año 2015 en su final también, es la última entrada de un año que ha sido vivido por nosotros con "apasionamiento" por los cambios, deseados o no, producidos en enfermería; principio porque acompaña al balbuceante 2016, es la primera entrada de un año en el que seguiremos también intentando imprimir ese "apasionamiento" que nos hace seguir día a día como enfermeras.

Enfermería, apasionadamente

"La millor manera d'encomanar als altres el gust per alguna cosa consisteix a viure-la apassionadament".
   Son palabras de Josep Mª Esquirol, filósofo y profesor de la Universidad de Barcelona, en respuesta a la pregunta de "¿Qué debería hacer la filosofía para recuperar algo de relevancia en la esfera pública de una sociedad presente y futura?" publicada en el periódico de la librería La Central, en su número de diciembre de este año.
   
   Desde que inicié los estudios de Filosofía (fue por el año 1989, bastantes años después de obtener la diplomatura en Enfermería) me ha rondado por la cabeza la pregunta del por qué me decanté justamente por Filosofía y no, por ejemplo, por Antropología, Psicología e incluso Historia, estudios habituales, por aquella època, en otros compañeros. Quizás la pregunta correcta debería ser por qué buscamos respuestas en otros estudios en lugar de profundizar en el de origen. Sea como fuere, creo que con los años he llegado a entender, introspectivamente, la conexión entre estas dos disciplinas, a priori distintas pero que, una vez "envuelto" en ellas, te descubren más zonas comunes de lo que aparentan.

  Volviendo a la respuesta del profesor Esquirol (mi profesor por aquél entonces, en sus primeros años como enseñante), me resulta fácil sustituir en ella la palabra "filosofía" por "enfermería", ya que lo que en dicha respuesta se explicita es el mismo devenir de la enfermería hoy.
  La progresiva marginación de la filosofía (léase "enfermería" a partir de ahora, y así lo haré constar) no es casual. No, la progresiva marginación de la enfermería (más que progresiva la llamaría estática, consolidada, impuesta) responde no tanto a una crisis de valores de la sociedad actual ante la acción de cuidar sino a una visión, aún patriarcal,  mesiánica en ciertos momentos, del individuo en cuyas manos dejamos la plena responsabilidad, a priori, del acto terapéutico. Un único profesional es quién merece la plena confianza del enfermo, un único profesional en quién, supuestamente, convergen conocimiento y experiencia. El resto, simples actores siguiendo un guión ajeno. Y es precisamente esta visión absolutista, monoteísta (utilizo estos términos como un ejemplo más de la vinculación entre filosofía y enfermería), la que da origen a una falsa contraposición y a un inexistente distanciamiento entre dos términos atribuídos, comúnmente, a diferentes actuantes: cuidar y curar. 

   Imaginemos una representación teatral. Tenemos por un lado el texto, en el que se conjugan ideas, procesos, acciones, un texto concebido por un autor que busca con él obtener unos resultados, unos efectos en nosotros, espectadores expectantes, ya sean la pura diversión, la interrogación introspectiva, la respuesta determinante, etc. Por otro lado, tenemos a los actores que representan el texto y, a la vez, nos representan en el texto, es decir, lo hacen imágen, lo hacen visible, y se convierten momentáneamente en nosotros con el fin de mostrarnos distintas posibilidades de actuar ante ciertas experiencias vivenciales expuestas en el texto, buscando obtener así los resultados/efectos buscados por el autor.
   Traduzcamos ahora esa representación teatral a un acto terapéutico entendido desde la óptica patriarcal, monoteísta. El texto teatral es el proceso de decisión clínica que engloba el diagnóstico, los procedimientos y tratamientos y el posterior seguimiento ante una experiencia vivencial de la enfermedad de un paciente paciente, creado todo ello por un profesional incuestionable, cuyo objetivo es múltiple también: la búsqueda continua de niveles superiores de salud (la pura diversión), la prevención (interrogación introspectiva), el restablecimiento a un estado anterior de salud (la respuesta determinante), etc. Los actores somos los profesionales asistenciales que llevamos a cabo ese texto/proceso de decisión clínica, entre los que, en ocasiones, también está el autor/facultativo ominipotente como un actor más o, mejor aún, como el Actor. Somos el resto de profesionales los que hacemos real ese proceso de decisión clínica, lo realizamos, lo hacemos visible. Y somos, a la vez, quienes sustituímos al enfermo, al espectador expectante, en la ejecución de aquellas necesidades, experiencias vivienciales, a fin de obtener el objetivo terapéutico.
  
No, el teatro ya no es el de la antigua Grecia donde todos los papeles eran interpretados por un solo actor y donde el coro ejercía de ayuda a la comprensión de la obra y guía de comportamientos ante los hechos representados, además de tener la función de relleno entre los cambios de escenario y vestuario del actor. No, el proceso de decisión clínica ya no es el de Hipócrates o Galeno, ni tan siquiera el que se practicó hasta mediados del siglo XX, donde el paternalismo era el cannon a seguir y el médico el centro de la dinámica de dicho proceso, rodeado de ayudantes o meros ejecutores de sus directrices.

  Pero volvamos a los dos términos que esta visión arcaica del proceso terapéutico contrapone y separa: cuidar y curar.  El médico cura, el resto de profesionales cuida. Priamacía del curar sobre el cuidar. ¿Son ciertas ambas ideas? ¿Es hegemonía del médico el acto de curar ¿Y el de cuidar? ¿De la enfermera?

  Cuidar tiene hoy unas connotaciones quizás no del todo altruísticas, no nos engañemos, pero sí que tienen que ver con una cierta predisposición. En el acto de cuidar se establece una relación entre quien recibe el cuidado y quien lo da. Ambos dan algo al otro. Quizás sería mejor decir que ambos son receptores del otro, reciben aquello que el otro ofrece, cuidado y satisfacción/restablecimiento. Esta recepción no es casual sino buscada.

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